Ultimas noticias, últimas noticias. Dicen que los Yueséi han conseguido encontrar y cepillarse a Bin Laden. Obama salta de contento, los periódicos se regodean, la justicia se ha quitado la venda de los ojos y está bailando una lambada.
Ja. Si sois tan ingenuos como para creeros eso, no me extraña que vuestros Planes de Dominación Mundial no vayan cara al aire.
Me refiero a que no es cierto que hayan acabado con Bin Laden. Mentira, señores, es mentira: eso no ha sucedido. No lo digo por el historial de bulos intragables que lleva a cuenta Estados Unidos desde hace tiempo, sobre todo cuando les interesa. No lo digo tampoco por lo extraño de la operación, por las lagunas en las explicaciones, ni porque se hayan desecho sospechosamente del cadáver. Lo digo porque hay algo que forma parte del corazón mismo de los Estados Unidos, algo que no podrían dejar de ser por más que se esforzasen desde aquí hasta su futura disolución en un mar de inmigrantes asiáticos. Son, ante todas las cosas, capitalistas. Y un capitalista no puede dejar de pasar un buen negocio.
¿Que cual sería el negocio si hubiesen matado de verdad a Bin Laden? Muy sencillo. No me refiero a vender armas a terroristas cabreados que buscasen venganza (es un negocio ya trillado en el que están metidos muchos países). No me refiero al viejo negocio de las figuritas coleccionables de marines y terroristas para que cualquiera pueda emular la operación en su casa, con un helicóptero a pilas (opcional). El negocio del siglo, señoras y señores, sería la venta del genoma de Bin Laden.
Piensenlo. Piensen cuánta gente estaría dispuesta a pagar por ello: jeques árabes que quisieran tener un recuerdo de su ídolo de la Jihad. Células terroristas que buscasen una mascota. Musulmanes adinerados que tuviesen problemas para tener hijos. Incluso estadounidenses con el deseo enfermizo de criar un pequeño Bin Laden para poder luego torturarlo y vengarse, o pederastas con gustos extraños a los que les pusiesen cachondos los turbantes y las barbas de chivo. Sería el negocio del siglo: un cadáver tiene millones de células y cada una de esas células se podría vender por un buen dineral. Y por qué no secuenciar el genoma, patentarlo, y poder vender cientos de miles de kits para fabricar nuestro propio terrorista en potencia. Con dos recortables de las torres gemelas de regalo.
¿Han visto ustedes alguna web donde ofrezcan este producto? ¿Algún anuncio en los periódicos explicando sus virtudes? ¿Un publireportaje insertado dentro de las noticias internacionales informando de lo genial que sería adquirir un pequeño Bin Laden? ¿No? Pues reflexionen: toda esta operación ha sido sólo un bulo más. Bin Laden debe estar descojonándose en un refugio infecto de las montañas de algún país acabado en -istán, riéndose tanto más cuanto más marihuana haya añadido a su cachimba.
Estados Unidos no dejaría pasar semejante negocio. Está más alla de su naturaleza. No, señoras y señores, piensenlo: yo no me creo nada.